viernes, 26 de abril de 2013

Antonello sobre fondo Azul

Quiero agradecer profundamente a mi maestra Isabel Alonso su contribución a éste artículo y en especial al comocimiento que me ha transmitido, pues siempre ha sido para mi una fuente de inspiración y de entusiasmo para adentrarme en la profundidad de las colecciones del Museo del Prado. 


El cuadro “Cristo muerto sostenido por un ángel” luce hoy espléndido en las salas de pintura veneciana, gracias a una exposición temporal que lo ha desplazado junto a Tiziano sobre el magnífico azul profundo de sus muros.

Cuenta Alejandro Dumas ( Villers-Cotterts 1802-1870 Puys) en su novela sobre las biografías de Miguel Ángel, Tiziano y Rafael,  que Antonello da Messina, a su llegada a Venecia en 1475, se envanecía atribuyéndose el descubrimiento de un milagroso modo de pintar “pintura al óleo”, que astutamente le arrebató Giovanni Bellini haciéndose pintar por él, disfranzándose para ello de noble y rico caballero, y añadía el citado biógrafo, que se envanecía Antonello sin motivo porque lo había aprendido en Flandes, de Juan de Bruges. (El uso precoz de la pintura al óleo parece que lo aprendió en Nápoles y, hoy día, se defiende que no estuvo en Flandes.  Igual error se produce en Vasari).

Antonello nace en Messina en 1430 y aprende a pintar en el taller de Colantonio en Nápoles. Aprende a pintar precozmente al modo flamenco; primero, porque en la corte de Nápoles hay pintores flamencos, y segundo, porque en el taller de Colantonio abundan los encargos de copias a obras flamencas. De la mano de tales influencias aprenderá a pintar maravillosamente los detalles de los retratos, de los paisajes y el uso de los colores brillantes. Desde Nápoles hará viajes hacía el Norte y conocerá en Roma a Piero de la Francesca y a Fray Angélico, y de su mano añadirá a su saber los aspectos humanísticos del prerrenacimiento; la perspectiva, la representación espacial del cuadro, la volumetría de las figures, las veladuras, la luz y la luminosidad de los colores. Más tarde, en Venecia, conocerá a los Bellini. En esta visita, la pintura veneciana sufre una verdadera revolución al conocer la pintura al óleo, gracias a Antonello da Messina, y este aprenderá de Giovanni Bellini (maestro de Tiziano y Giorgione), la armonía, la belleza serena del renacimiento y a pintar con mayor lirismo.

Este comentario no añade nada a cualquier apunte de texto, pero quiero partir de aquí porque quiero soñar que Antonello no llegó a Venecia envaneciéndose de tener un modo secreto de pintar inventado por él, quiero soñar que llegó a Venecia e hizo partícipes de su modo de pintar a los hermanos Bellini y quizás a su cuñado Mategna y que compartirían conocimientos reconociéndose y respetando  su mutua  grandeza. Desde esta teoría de la grandeza y, añado, de la generosidad de Antonello, quiero comentar su obra el “Cristo muerto  sostenido por un ángel” y, con carácter previo y muy sucintamente “La Annunziata” (Mus. Palermo), pintada hacía 1470.


Conocemos muchas Anunciaciones anteriores a la que pintó Antonello, exquisitas, serenas, bellísimas, sublimes, pero ninguna tan genial como la que pintó el siciliano. Retrata a la Virgen María, en un primer plano, en el momento en que se produce la anunciación. María expresa la turbación y la sorpresa del momento y avanza hacia adelante y fuera del cuadro su mano derecha. Es esa mano la que dialoga con el espectador.  El espectador de ese cuadro se encuentra entre la Virgen María y el Arcángel San Gabriel, que tendría que estar detrás de él. Es ese modo generoso de hacer partícipe de la escena al espectador,  lo que resulta  fascinante y, por ello, hipnotiza su contemplación.
El cuadro de Cristo muerto sostenido por un ángel fue pintado por Antonello después de su viaje a Venecia, a su vuelta a Messina, 1476.
El cuadro, de una exquisita composición,  presenta aspectos esenciales de la pintura italiana;  los colores luminosos y transparentes, la perspectiva,  la carnación y volumetría de las figuras,  y también elementos propios de la pintura flamenca; cierta rigidez en las vestiduras, el detallismo de los cabellos y del paisaje.

Conocemos muchos Cristos muertos, en los descendimientos, en los enterramientos, en las piedades, incluso, muertos y sostenidos por ángeles; impactantes unos, sobrecogedores otros y dramáticos casi siempre todos, pero, desde mi punto de vista, este, al igual que el anterior cuadro comentado, es absolutamente genial.

En este cuadro  aparece un Cristo muerto, de gran realismo y monumentalidad, el ángel, delicado y pequeño,  debe realizar un esfuerzo extraordinariamente voluntarioso para incorporar y sostener el cuerpo de Cristo sin vida. Todo el drama lo expresa el ángel que, con infinita dulzura, le mantiene incorporado y abrazado, pero, es más, y esto es lo grandioso, el ángel  llorando desoladamente mira y hace partícipe del drama al espectador. Cuando el espectador mira el cuadro ve, en primer lugar, el cuerpo de Cristo, que ocupa casi todo el cuadro, macilento, con las heridas del suplicio  y con la expresión de abandono y ausencia que da muerte, y después busca al ángel que le mira llorando desconsoladamente y que de forma impactante  le comunica su infinita pena. Pocos cuadros establecen un diálogo más hipnótico y abrumador con el espectador, y esto apoya mi teoría de la grandeza y la generosidad de Antonello da Messina.

Es comúnmente aceptado que este cuadro es una de las obras maestras de Antonello da Messina  y tenemos la gran fortuna de contar con él en el Museo del Prado.

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